Los primeros posteos de talleres presenciales, las primeras
invitaciones a volver.

Lo que sucedió.
Nadie estaba preparadx. En las salas quedaron montadas las escenografías. El mismo tiempo que tarda una luz en apagarse fue necesario para que los
estrenos y las reposiciones quedaron suspendidas.
Lxs cuerpos quedaron esperando. Espera incierta… cuándo se volverá. Espera triste… las salas que se desmontaban. Espera que tuvo, como todo, diferentes momentos.
Un día comenzaron a poblar las redes sociales las propuestas de talleres de
actuación y dramaturgia; conversatorios sobre la escena, las prácticas y la
teatrología. Un espacio de posibilidad se hacía presente, se instalaba, se
descubría. Sucede que el teatro siempre anda atento a descubrir.
Se habló de resignificación del espacio y del tiempo. Las plataformas que la
virtualidad ofrecía comenzaron a ser debatidas. ¿Es posible un teatro desde
estas plataformas? Se dijo que sí, que era una posibilidad de seguir. Se dijo
que no, que era una renuncia a la misma esencia de esto que hacemos y
llamamos teatro. En el mientras, los talleres seguían. Comenzaron a aparecer propuestas de obras vía Streaming, entre las actrices/los actores y las espectadoras/los espectadores una cadena de mediaciones y súplicas para que todo funcionara se levantaba.
Lo que comenzó a suceder.
En estos días comenzaron a visualizarse convocatorias a talleres presenciales.
Sí, presenciales. Con la leyenda, casi en mayúsculas sostenidas, que afirma:
“respetando los protocolos establecidos por el COE”. El 4 de septiembre de
este año raro, apareció un “protocolo”. La finalidad del mismo es clara: “las
distintas disciplinas (danza/canto/teatro) necesitan no solo de un buen
entrenamiento, sino también constancia, perseverancia y paciencia, ya que la técnica requerida para su cierta realización se consigue progresivamente y a lo largo del tiempo. Por tal motivo, no es recomendable que los/las alumnos/as que realizan dicha actividad cesen sus prácticas por tiempos demasiado largos”.
Constancia, perseverancia y paciencia… tres cosas que el teatro conoce a la
perfección.
Los talleres que comenzaron a proponerse tienen que ver con el cuerpo en
escena. Es que el cuerpo estaba necesitando hacerse presente, presentarse,
presenciarse. Actuación, entrenamiento físico para la actuación, y otros por el estilo se ofrecen, se ofrendan.
Cuando leímos el inicio de estos talleres, todos vimos estremecer nuestros
cuerpos cuando en la gráfica no figuraba el “online” o “virtual” y aparecía la hermosa y teatral expresión de “presencial”. Comenzaron a convivir la
virtualidad y la presencialidad.
Lo que sucederá (expresión de deseo)
Hemos aprendido que nos necesitamos. Aprendimos que necesitamos la
presencialidad, que el teatro es ahí… que el espacio es el que habitamos
juntos por ese tiempo en el que la obra sucede. Aprendimos que extrañamos los olores, las texturas, los sonidos, los colores de nuestras salas. Aprendimos que somos una red de amor.
Hemos revitalizado la necesidad de pensar el teatro como lugar para las
utopías, como espacio que traza mapas, como encuentro con mundos posibles.
Descubrimos también las potencialidades de la virtualidad, el unirnos a hablar y pensar desde diferentes latitudes, de manera sincrónica, destruyendo las fronteras.
Ojalá sea este un tiempo de aprendizajes y de retornos.
Ojalá pronto se escuche un “damos sala”, y nuestro cuerpo se emocione
porque la obra va a comenzar… y en la previa, habremos hablado de un
encuentro en que participamos con hermanxs de diferentes partes del mundo, de nuestra américa, de nuestro país, de nuestra provincia sobre tal o cual tema y allí también, reiremos y nos emocionaremos al ver que en diferentes rincones… el teatro quería volver a la escena.
Rafa Taborda